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La rutina y la vocación

Por Mariel Vázquez – Abogada especializada en Derecho de Familia

¿Alguna vez les resultó aburrida su forma actual de trabajar? ¿Sintieron por momentos que trabajaban en piloto automático?

A mí sí me pasó y fue un punto de inflexión. Es ese momento en el que te das cuenta que no estás disfrutando lo que haces y que no estudiaste abogacía para trabajar de esta forma.

Sentía la necesidad de conectarme con mi profesión desde otra perspectiva.

El asilamiento obligatorio fue un momento de reflexión, de replantearme muchas cosas personales y profesionales. Comencé un proceso de búsqueda interior, que se fue intercalando con la función de  ser mamá y  “seño” de mi hija de 4 años.

Dentro de esa búsqueda, y mi nuevo rol de “seño” de jardín de infantes, me conecté mucho con el dibujo. Con mi hija dibujamos mucho y recordé que cuando era niña dibujaba todo el tiempo y a medida que fui creciendo me “olvidé” de dibujar.

Con ese reencuentro, comencé a explorar cómo poder conectar el dibujo con el derecho y allí todo comenzó. Conocí el visual thinking y realicé cursos virtuales de la mano de personas que fueron muy generosas conmigo en momentos difíciles. Esos cursos fueron un descubrimiento. Comencé a dibujar de nuevo. Claramente mis dibujos no son artísticos, sino que son muy simples pero me resultó sumamente interesante y divertido poder comunicar el derecho en forma visual.

Durante la cuarentena obligatoria realicé muchos webinars,  (¿quién no?) y en uno de ellos conocí a colegas del derecho y profesionales de diseño con los cuales coincidimos en esta búsqueda de poder ofrecer un servicio distinto, de ver el derecho desde otra perspectiva. Gracias a ellos me acerqué al design thinking y, consecuentemente al legal design.

Comencé a explorar esos temas y seguí dibujando, siempre con una actitud curiosa, como si fuera una niña. ¡Sí volví a ser un poco niña!, y en esa simpleza comprendí que ofrecer servicios jurídicos es mucho más de lo que pensaba.  Comencé a empatizar con el cliente, poniéndome un su lugar, lo escuché de otra manera, me saqué el “traje de abogada formal” y comencé a hablarle de manera más llana y cercana, utilizando otro vocabulario. Me di cuenta que las palabras que utilizamos con el cliente son sumamente importantes y no siempre son comprensibles para él. 

Los invito a hacer un ejercicio. Cuando nosotros estamos en una situación crítica ante un médico y el doctor empieza a utilizar un léxico que nos es ajeno, ¿cómo nos sentimos?; del mismo modo, cuando preguntamos acerca de algo específico y nos responden de otro tema, ¿nos sentimos escuchados/valorados?.

Lo mismo les pasa a nuestros clientes. Ellos necesitan comprender por lo que están pasando, en qué situación se encuentran y es nuestra función poder explicar de la manera más simple la situación y las posibles estrategias a seguir.

Entiendo que esto puede parecer muy sencillo en la teoría paro difícil de llevar a la práctica, pero soy testigo y les aseguro que esta forma de trabajar rinde sus frutos.

Les cuento una experiencia. Uno de mis clientes; un padre al cual le iniciaron un juicio de alimentos, en una reunión previa a una audiencia, me dijo: “lo que me gusta de vos es que sos muy directa, no hablas difícil, y en mi situación yo me siento muy nervioso y ansioso y vos me calmás, me contenés y me haces bajar varios cambios” (sic).

Cuando escuché sus palabras, y luego de haber pensado seriamente que hasta podía dejar la profesión, me di cuenta que esta forma de trabajar hizo que me reencontrara con mi vocación, le dio sentido a lo que estaba haciendo. Poco a poco deje de trabajar en “piloto automático” y entendí que mi trabajo es para un “otro” que siente, que piensa, que sufre, que necesita ser escuchado y contenido.

En todo este proceso comprendí que el ser abogado es mucho más que saber de leyes o estrategias jurídicas; también es ponerse en el lugar del cliente por un segundo, que podamos “parar la pelota” y preguntarnos: ¿qué necesita?, ¿cómo puedo ayudarlo?, ¿alguien puede ayudarme a ayudarlo?.

Les confieso que lo que me dijo ese papá que se sentía confundido, enojado, sobrepasado por la situación vale la pena y me ha dado más satisfacciones que sólo saber de derecho.