Por Alejandro Freeland / Abogado penalista
Todos los abogados, pero en especial los penalistas, desarrollamos una habilidad crítica que, desde la pandemia, se ha vuelto complicada: la de oler.
Sí, así la llamo y no es sólo para los perros. Íbamos al Juzgado o al tribunal con un escrito, o sin escrito, a ver el expediente, a preguntar alguna cosa, pedíamos ver al que lleva el expediente (ya es un dato saber quien lo tiene, un auxiliar… el mismo juez…), y sobre todo escuchábamos, mirábamos, estábamos muy atentos a las reacciones que percibíamos del interlocutor.
“Acá te traigo un escrito de explicaciones con documentación, creo que la cosa se aclarará con esto, pero quería adelantarte lo fundamental y saber si necesitarás más…” (relato, corto y al pie… espera de reacción).
Seguramente presentaré un escrito (sobre tal cosa) mañana mismo… (espera… atención…). ¿Sé que se investiga una defraudación, pero la cuestión ha tenido una difusión enorme y la presión mediática es fuerte… estamos a entera disposición pero… corre algún riesgo la libertad de mi cliente? (respuesta, cara… ¡gestos…!).
Esas reacciones, lo que se dice, lo que se calla, lo que se expresa en gestos, miradas, levantamiento de cejas, suspiros, actitudes corporales, etc. resulta una fuente de información esencial para nuestro trabajo. Dirán que tiene poco que ver con el sentido del olfato y más con otros (oído y vista, por ejemplo). Sí, pero ya me entienden, puedo concluir a partir de todo eso que “algo huele mal en Dinamarca” (o en este asunto); o la cosa va como quiero que vaya.
Esta habilidad, con los juzgados ya abiertos, pero casi desiertos y el interlocutor raramente presente, se ha tornado compleja o imposible. Podemos ir igual y oler lo que se pueda (mi experiencia ha sido muy frustrante) y hablar por teléfono con quien nos interesa hablar. Pero no es lo mismo, faltará la percepción de esas reacciones, a lo menos, de buena parte de ellas.
La pregunta es cómo y con qué lo reemplazamos. Y no es fácil, hasta donde alcanzo. Puedo seguir preguntando, por teléfono, quien lleva el expediente, a quién se lo han asignado (eso marca la jerarquía o importancia que la causa tiene allí dentro), bien. Puedo hacer algún desarrollo, decir algo que me interesa que tengan bien en cuenta, o hasta hacerme un mini alegato de oreja, pero puede que no reciba más que silencio del otro lado. ¿Y cómo te fue? Me pregunta mi asociado o mi cliente… Pues… ¡no lo se...! No, no se puede oler, o no se puede oler como antes, por teléfono. Habrá que preguntar qué día va al Juzgado el funcionario o empleado y anunciar la visita. No veo alternativa.
Alejandro Freeland
Penalista